Por Ignacio Zamora
IZO Editorial
Martes 15 de diciembre de 2009
Nicolás Alvarado, ardiente difusor de las letras, de las palabras y de las ideas -dichosas, por supuesto- publicó, hace algunos días, en su acostumbrada columna del diario El Universal, un artículo titulado "Por un puñado de dólares". Dado que me subyuga la amalgama Leone-Eastwood-Morricone y su "spaguetti western", me apresuré a devorar su contenido, con singular avidez. Pero, ¡oh sorpresa!, no hubo balazos, ni penetrantes miradas cual ranuras de alcancía, ni jorongos con grecas, ni mucho menos ahorcados.
Terminé de leer menos desilusionado y más que motivado a donar al menos un líquido y escuálido dólar, de mi ya desinflado bolsillo, al magnífico proyecto que es Wikipedia, del cual yo, al igual que Nicolás y que, imagino, también muchos de ustedes, soy un ferviente, consetudinario y apasionado usuario, consumidor y beneficiario, y para mi ventura... ¡no me cuesta un soberano bledo!
No pretendo carrancear la espléndida propuesta de Nicolás; simplemente quiero hacer modesto eco de ella.
Aunque estoy seguro de que no les dará cansina arrastrar el maus, engarruñar el índice y hacer clic sobre el artículo y leerlo de su fuente original, de cualquier manera, anexo una transcripción fiel, aún sin el debido permiso por escrito de su autor y del periódico, a sabiendas de que puedo ser requerido, multado y hasta arraigado por ello.
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Por un puñado de dólares
Por Nicolás Alvarado
El Universal
Sábado 28 de noviembre de 2009
El 30 de julio de 2007 sería el primero de muchos lunes en que me levantara antes del amanecer. A partir desde ese día había de ocuparme de la sección de cultura de un informativo televisivo matutino, por lo que debía dedicar unos minutos a navegar por internet en caso de que alguna información relevante en ese campo se hubiera producido mientras dormía.
Egocéntrico e imbécil que soy, me parecía inconcebible que el destino me deparara una noticia de última hora para mi primer día de trabajo. Sin embargo, sabía que debía iniciar mi práctica diaria de consultar los tres sitios web que había elegido –y que sigo utilizando– para enterarme de cualquier eventualidad. En el diario online, nada. En el portal informativo, nada. Consulté entonces el tercero –el único no estrictamente noticioso–, cuya visita cotidiana me había programado nomás por no dejar. “Deaths in July 2007” rezaba el ominoso encabezado. Ahí, en terribles letras azules sobre fondo blanco, era posible leer "Ingmar Bergman, 89, Swedish stage and film director”. Primero me sorprendí, después me entristecí, terminé por congratularme por mi neurótica previsión. Un segundo después, dudé. ¿Era confiable tal información? Encontré la información consignada en los sitios web de un par de periódicos suecos, en cuyas páginas de inicio figuraban yuxtapuestas las palabras “Bergman” y “död”.
Esa mañana le ganamos la nota, si nó a todo el mundo, sí a todo México. Diez minutos más tarde, aparecía ya en medios del orbe entero. Después de felicitarme –imagíneme el lector culpígenamente orondo–, Loret me hizo la pregunta obligada: “¿Cómo te enteraste antes que todo mundo?”.
“Por Wikipedia”, le respondí.
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Wikipedia, la autodenominada enciclopedia libre que cualquiera puede consultar o –lo más importante– redactar y modificar en internet, es una maravilla. Y no sólo porque parece actualizarse con mayor rapidez que los sitios noticiosos ni porque es gratis y no lucrativa sino porque es útil y confiable (casi tanto como la Encyclopaedia Britannica, de acuerdo a un estudio realizado por la revista científica Nature). No sustituye, desde luego, la investigación bibliográfica o hemerográfica, no puede competir con el trabajo disciplinado o especializado del académico, del reportero… o del alumno. (“Todo mundo usa Wikipedia pero es de una vulgaridad insoportable consignarlo en la bibliografía”, espeté un día a la mejor de mis alumnas de Literatura. Espero me agradezca el consejo.) Para lo que sirve es para lo que sirve cualquier enciclopedia –como fuente referencial más o menos superficial, como herramienta de consulta rápida y eficaz– sólo que, además, crece a una tasa desmesurada y a una velocidad pasmosa.
El modelo financiero de Wikipedia es asombrosamente sensato: sólo 35 personas trabajan en su operación. Sin embargo, aunque nosotros no la paguemos, cuesta. Es por ello que los usuarios frecuentes del quinto sitio más visitado en el mundo vemos ahora en todas sus páginas un aviso que solicita donaciones para el proyecto, que pueden ir desde un dólar hasta 6.1 millones (los necesarios para alcanzar la meta de 7 millones y medio). Mi economía personal no está en su mejor momento –lo que no me hace en modo alguno excepcional, por desgracia– pero justo antes de teclear esta frase acabo de autorizar a la Wikimedia Foundation el cargo de 35 dólares a mi tarjeta de crédito.
Ha sido la mejor inversión de mi vida (y acaso, lector, de la tuya también.)
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Termino con esta reflexión: ¿continuará Wikipedia promoviendo el libre acceso y la consulta gratuita de su acervo entre los wikinautas tan comunes y silvestres como yo? ¿habrá llegado el momento de pagar para instruirse y documentarse?
Con sobrada frecuencia tendemos a subvalorar aquel servicio que recibimos sin dar retribución. Tanto nos habituamos a su existencia y al beneficio que nos produce, que, inconscientemente, llegamos a considerarlo de nuestra propiedad, y quien lo proporciona adquiere -sin saberlo- la "obligación vitalicia e ineludible" de continuar ofreciéndolo per secula seculorum.
Comparto y defiendo la noble causa que ha impulsado Jimmy Wales, fundador y promotor de Wikimedia: el conocimiento, además de ser universal, no tiene un dueño, pertenece a toda la humanidad. Es mi personal deseo que así se conserve.
Hasta la próxima.