sábado, 14 de marzo de 2009

La Resurrección de las Series de TV

IZO Editorial - La Resurrección de las Series de TV - 24/Feb/2009

La Resurrección de las Series de TV

24 de Febrero, 2009. Uruapan, Mich. (IZO Editorial) --

La aparición de la televisión comercial en los años 50 fue sustituyendo paulatina, sutil y magníficamente a la incomparable y esperanzadora emoción de ir al cine. Viví esta transición a finales de los años 60.

Por ahí del 68 o 69, recuerdo, con gran sabor y emoción, contemplarme formado en la larga fila de los boletos y, por solo cinco pesos, tener la fortuna de presenciar alguna de las producciones cinematográficas de aquel momento, aunque fuera en una sala enorme y descuidada. Y así, poder disfrutar del simple, pero audaz, Peter Pan, o bien sumergirme en la profundidad y moralidad filosófica y teológica de "El Hombre de Dos Reinos" (A Man for all Seasons), que, confieso, en aquella época no comprendí en su totalidad.

En paralelo, y como parte de la que, en ese momento consideraba diversión y esparcimiento, estaba la tele. Amiga insustituible en mis momentos de soledad. No logré discurrir, como ese aparato cubiforme, con perillas y botones, pantalla y altavoz, se habría de convertir a la larga, en una fuente esencial de mi formación como ser humano. Me podía transportar de inmediato, con solo oprimir un botón y girar una perilla, a un mundo irreal pero a la vez sugerente y pletórico de novedades e información, sin tener que formarme previamente en una fila, o compartir sigilosamente el descansabrazos de la butaca, que yo consideraba mía, con un vecino muchas veces desconocido y engorroso. Para ver la tele solo necesitaba haber terminado la tarea, que no fuera Viernes Santo, y en suma, no tener nada más que hacer. Una vez reunidos esos líquidos requisitos básicos, oprimía el botón On/Off del aparato, giraba la perilla para seleccionar el canal que me interesaba -que en ese entonces no eran muchos- y cómodamente me apoltronaba en el sillón.

Un artilugio tan simple y a la vez tan complejo, que alguna vez acaparó la atención del gran público estadounidense y, diez años después, también la de de todo el globo, fue, sin yo darme cuenta, una de las maestras en mi vida. Suena a risa, provoca carcajadas, pero es verdad. Ahora lo sé. Con ella (la tele es mujer) aprendí que los caballos se montan por la izquierda (Bonanza), que el océano esconde grandes e insondables secretos (Viaje al Fondo del Mar, El Investigador Submarino), que los caballos (y quizá otros seres que llamamos animales) pueden expresarse y razonar inteligentemente, y que son capaces de aconsejar sabiamente a los humanos (Mister Ed), que existen inimaginables mundos y espacios por conocer (Perdidos en el Espacio, Tierra de Gigantes), que, quizá algún día, podamos remontar el infinito laberinto del tiempo (El Túnel del Tiempo), que la sinfonía de la vida puede ser algo grato y enriquecedor para el espíritu (Concierto para la Juventud conducido por el gran maestro Leonard Berstein), que la justicia no siempre se aplica tan ciegamente como debiera (El Fugitivo), que todo es posible si aplicamos toda nuestra mente y habilidades (Misión Impsible, Ironside, Kojak, Columbo), y que, con un poco de habilidad, suerte y algo de cinismo y rostro, podemos gozar de buenos dividendos y suculentas chicas, (Ladrón sin Destino, Magnum).

Otras excelentes series del género western que me apasionaron y entretuvieron en aquellos años, fueron Daniel Boone, El Virginiano (The Men from Shiloh), y El Gran Chaparral ¿Recuerdan a Manolito y a su cuñado Buck Cannon?

En el género de la comedia no puedo ni quiero evitar mencionar a Maxwell Smart, temible operario del recontraespionaje, agente de Control y excelente relajante para mis tensiones, que por cierto, en esos años todavía no las sufría.

En los 70s vinieron otras series memorables, algunas lacrimógenas, otras de acción. Solo por no quedarme callado y no extenderme más allá de lo necesario menciono Alias Smith&Jones, Columbo, Kung Fu, Las Calles de San Francisco, Longstreet, Emergencia, y algunas míticas e inimitables como Kojak y Starsky and Hutch. No quiero ni por equivocación, mencionar Los Angeles de Charly, por que me derrito.

Una de mis grandes favoritas fue Magnum P.I., quien montado en su Ferrari 308 GTS, enfundado en su característica camisa hawaiiana, y vigilado y aconsejado celosamente por su flemático y sapiente casero Higgins y sus dos dobermans guardianes, resolvía sonrientemente los casos más densos y candentes casos de la lejana Hawaii.

Entre los 80 y los 90s hubo un oscuro paréntesis en la producción de series televisivas, hasta que en 1994 surgieron Chicago Hope y ER (Emergency Room) supremas e incomparables series que innovaron y renovaron la manera de concebir y presentar las emociones, los métodos y la sensibilidad de la ciencia médica.

En años recientes varios programas empezaron a captar mi atención, CSI (2000), CSI: Miami, CSI: New York, Dr. House (2004), y La Ley y el Orden (1990), La Ley y el Orden: UVE, La Ley y el Orden: Criminal Intent, esta última una de las más largas de la historia, rivalizando con Dr. Who, Los Simpson y Star Trek.

Otras muchas y no menos interesantes han sido Lost, The West Wing, 24, Los Expedientes Secretos X, Twin Peaks, Brothers and Sisters, Band of Brothers, y las carcajeantes Cheers, Fraiser, Two and a Half Men y Friends.

Dejo a mis escasos y amables lectores el juicio y la decisión de cuál o cuales son las mejores. Más bien espero que se permitan unos momentos de su semana para aquilatar lo que hoy nos ofrece la producción televisiva estadounidense.

Que le vamos a hacer, no tenemos otra.

Hasta la próxima.

Ignacio Zamora




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